Adiós, Ingue Kanzepolsky

“¿Nunca viste una cosecha de lino?”, me preguntó Ingue Kanzepolsky. Su rostro se había iluminado. “El lino es hermoso: cuando florece es celeste. Así que ver un campo de lino es como ver el cielo”. Estaba por terminar el mes de junio de 2012 y charlábamos en su casa con una taza de té caliente en las manos. Hacía mucho frío: en ese viaje, que fue mi segunda vez en Moisés Ville, aprendí que en la colonia el invierno se sentía hasta en los huesos. A pesar del siglo largo que había pasado desde su fundación en 1889, a pesar de la titánica lucha de sus generaciones por la cultura y el confort, Moisés Ville seguía siendo un territorio agreste en el que cada estación llegaba con todo su antojo. Recuerdo ese momento como recuerdo muchos, de palabras bellas, junto a él. Ingue Kanzepolsky, que se llamaba Abraham y que era un cohen, murió anteayer, el jueves 28 de abril de 2016, y según me contaron, murió a la noche. Me pregunto si habrá sido una noche fría. No lo creo: Ingue, enfermo de una neumonía e internado desde hacía algunos días, estaba al lado de su hija y de su hijo. Tenía 84 años. Casi 85.